Por Andrés Mackinnon, ciudadano raso.
La triste foto de pugilato de camaño pegando desde atrás ya es, per sé, vergonzante y humillante para todo el colectivo al que representa -es decir, para todos los argentinos, en su rol de presidenta de asuntos constitucionales-. En la foto que encabeza esta nota, gentileza del Pagina de hoy, le pusieron guantes. En el pugilato hay acuerdos preestablecidos: reglas, zonas vedadas de golpe, elementos de protección. En aquella otra foto no hay más acuerdo que la impunidad que ofrecen las condiciones de género involucradas y la inmunda y esperable respuesta mediática al conflicto. Y permítanme detenerme en ésto último.
La reacción del flautista de Clarín y todos sus ratones idiotizados es inmensamente más preocupante que el hecho que defienden. Ahora la melodía omnipresente es que la piña de un energúmeno no hace más que refrendar la crispación -en todo caso y como mucho- verbal de la víctima. Es una burda reedición de el "algo habrán hecho" de la dictadura o, en términos de violecia doméstica, "le pegan porque se lo buscó". Y el resto del reino animal (a los que no somos ratones, me refiero) miramos con la cara deformada por la incredulidad como día a día los ratonzuelos siguen insultando nuestra inteligencia.
Las preguntas que quedan serían, en primer orden ¿hasta que estridencia de clarinete la marea de ratones seguirá soportando sin tirarse definitivamente al agua? y en segundo lugar ¿convence esta estridencia a algún cuí desprevenido para ponerse el saco de ratón y sumarse a la marea ratonina?.
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